sábado, 11 de diciembre de 2010

La señorita yonqui apareció en un paraje vacío



La señorita Yonqui apareció en un paraje vacío, lo llenó de espejos y señales, le dio un nombre. Bailo hasta el amanecer con las chicas vampiro, vació los bolsillos y se deslizó por suburbios, espasmos luminosos, sudor, vértigo, lenguas rojas y sonidos de humo. Relampagueó su sonrisa en mitad de la noche. Quiso tener un vestido nuevo, unos zapatos para zizaguear por ese rojo corazón. Ahora transita por los parques, ve escupir a los árboles sus hojas celestes, no las deshoja ((me quiere no me quiere)), las ve caer en las bancas, sobre las caras de los yonquis del atardecer, sobre sus piernas que transpiran rutas, amaneceres, palabras para ser nombradas. La señorita yonqui busca en el dial de la radio una canción que le revuelque el corazón, entre las hojas de los libros una mujer que pulsa y despulsa letras para salvarse. La señorita yonqui cree en los relámpagos, en las pelusas de las flores amarillas, en los ojos que no se reflejan en sus ojos, en las partidas que no son temerarias, sólo brindis de fuego que liberan el corazón.


Animación: dieguito tarotista

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