lunes, 29 de noviembre de 2010

Una habitación propia


Regreso al mundo cuando todo está en silencio. Las bombillas se apagan. Las flores violeta se riegan desobedientes por el camino. Los semáforos duermen. Los gritos se acomodan en el bajo vientre para ser transmutados en sangre. Las mujeres no somos así, como dicen los anuncios de la tele del domingo. Lunes y martes las mujeres somos sólidas, los domingos arena, los jueves viento, los viernes líquido ardiente. Los nodias no queremos ser. Ensayamos otro tiempo, abandonamos la regla para jugar a ser otras; empedernidas chispas mutantes que pulsamos, navegamos, transformamos, escribimos, bailamos y morimos. Abro los ojos frente al río. Mi cuerpo se sumerge hasta la mitad del universo acuático verde. Puedo ver mi sombra, mis aletas prehistóricas, mis relatos a medias, mi formulación, mi agradecimiento, mi deseo. La espuma explota en el centro de los ojos. buuuhhgluaglu. ¡¡Buah!!. salgo con los ojos rojos y los párpados abiertos, explotan las sales, explotan las imágenes favoritas de mi universo secreto; las que quiero guardar para siempre, las que persigo cuando colecciono lugares, piedras, conchas marinas y amores furiosamente dulces. Los días que vienen hablan del tiempo, de crecer, de llorar hasta el fondo de la nausea existencial, de reir, experimentar, separar y juntar, de pegar, armar, besar, expulsar; de pulsar, mover, buscar, habitar. Dormiré en una montaña alta, azul como la del muchacho de la mirada clara. Dormiré mis tardes de calor, mis noches demenciales, mi torrente acuoso de palabras monstruosas y románticas. Llego a la habitación propia, montada en los patines del miedo, el vértigo y el asombro, con sus conjuros solidarios de cariño, con sus manos que me ayudan a batir la pócima antiangustias, despacito para que no se agüe, ligerito para que espese y podamos tomarla a las 4 con un peche.


Animación: dieguitotarotista

domingo, 28 de noviembre de 2010


La señorita Yonqui se baña en sales de mercurio
pétalos alucinógenos que reverdecen al atardecer.

Escapó de la ciudad,
de las tormentas solares,
del muchacho amarillo.

Recorre la carretera,
naufraga en ocasos que electrifican la piel.

Ahora sabe quién es:
un yonqui del sol,
de los renacimientos,
del vértigo de la piel,
de las calles encendidas,
de las chicas vampiro,
de las canciones que ruedan por el río.