miércoles, 23 de febrero de 2011

¡La Señorita Yonqui ha desaparecido!


Dice estar a las 5:00 en un lugar reconocido por el sol y las carreteras agrietadas. Dice estar pero sólo salpica. La esperan. Esperan su saliva. Esperan que se quede con la misma intensidad que quieren zafarse de los malos sueños. Toma impulso. Se lanza a la noche. Simula regiones. Camina acompañada componiendo un trazo impreciso que la conecta con mundos que no sabe si todavía desea. Gime. Se apaga. Sube a un bus y se duerme con la primera canción de la radio. Otro agosto. Otro hombre enredado entre las piernas. Otra incertidumbre y las uñas pintadas de rojo noche. Ahora aprieta los párpados queriendo desaparecer. Ahora su método falla. Los olores se filtran en la piel pero no se queda con ninguno. Quiere fugarse pero debe esperar, crear estrategias para el corazón, para el cuerpo, para la picazón en el centro de la noche. La señorita yonqui está parada en la esquina de la casa verde viendo como el horizonte se desparrama entre casas amontonadas. Cada quien a lo suyo, que nadie dependa de su corazón.

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