jueves, 8 de diciembre de 2011

Genealogía abyecta



A L.a Brokes y las poetas chicanas que nombraron sus opresiones sin vergüenza


Soñé que balbuceaba un poema mientras me bañaba en la tina de un hotel sin nombre. 

Alguien abría y cerraba la cortina dejando ver la noche palpitar por la ventana,

salpicar como el agua que corría por mis piernas, por mi boca mojada, por las palabras que se hilaban en mi mente como sólo puedo hacerlo con las manos. 


Cortina abierta cortina cerrada.

Alguien descorre la cortina y  pone ritmo a mi poema. 

Yo quiero ver la noche, dejar salpicar el agua, que todo se inunde y desnude con descarnada violencia.

             

Han llegado las preguntas otras. No las del amor, de lo robado, del miedo arrinconado en las rodillas. 

Son las preguntas de los sueños febriles, el coraje y las poetas muertas. 

Se deshace el delicado velo, 

el luminoso tono azul que cubre la fotografía. 

Aparece sangre en el cielo, 

la violencia que marcó nuestras vidas de latinoamericanas perdidas en el agujero de la dichosa locura.


Aquí estoy yo, caminando al filo de la memoria, con todas ellas metidas en la sangre, con todos ellos mordiéndome la sed. No hay luz, a veces no hay luz, ni explicaciones que dar ni estados numinosos que alcanzar. Hay memoria, piel expuesta al sol, privilegios ocultos, borderlandspadres exiliados, madres cansadas, días y noches de deseo ser esta me amo esta me devoro esta me como las calles con mis ladridos resplandecientes.


Soñé que gritaba un poema mientras sangraban las piernas de una mujer sin nombre. 



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