El cuerpo es
una escarabaja que suda. Hoy seda, mañana peso. Margarita que se deshoja como
espiral lenta e inconstante.
Un día el
cigarro augura vientos, una noche el viento augura cigarros que se desmenuzan
como el horizonte. La niña vendedora de cerillas teme ser tragada por la araña
de la fantasía al tiempo que se sabe ola, caricia de sol, nube que desaparece
deprisa. Su propósito es sembrar para el movimiento y así aprende a navegar en
tierra; a saberla espesa, dura, paciente, mutante, incierta y fértil. Navegar
en tierra exige constancia de escarabaja que suda y ella es una yonqui de las
palabras y la noche, de las explosiones mágicas, el agua y los atardeceres
amarillos. La Yonqui abre los ojos y se siente escarabaja, la escarabaja
cierra los ojos y se siente yonqui. Entonces mutan en un ser bicéfalo,
vestida con ondas para acariciar el tiempo.
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