jueves, 11 de agosto de 2011


El cuerpo es una escarabaja que suda. Hoy seda, mañana peso. Margarita que se deshoja como espiral lenta e inconstante.

Un día el cigarro augura vientos, una noche el viento augura cigarros que se desmenuzan como el horizonte. La niña vendedora de cerillas teme ser tragada por la araña de la fantasía al tiempo que se sabe ola, caricia de sol, nube que desaparece deprisa. Su propósito es sembrar para el movimiento y así aprende a navegar en tierra; a saberla espesa, dura, paciente, mutante, incierta y fértil. Navegar en tierra exige constancia de escarabaja que suda y ella es una yonqui de las palabras y la noche, de las explosiones mágicas, el agua y los atardeceres amarillos.  La Yonqui abre los ojos y se siente escarabaja, la escarabaja cierra los ojos y se siente yonqui. Entonces mutan en un ser bicéfalo, vestida con ondas para acariciar el tiempo.




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