Soñé que balbuceaba un poema
mientras me bañaba en la tina de un hotel sin nombre.
Alguien
abría y cerraba la cortina dejando ver la noche palpitar por la
ventana,
salpicar
como el agua que corría por mis piernas, por mi boca mojada, por las palabras
que se hilaban en mi mente como sólo puedo hacerlo con las manos.
Cortina
abierta cortina cerrada.
Alguien
descorre la cortina y pone ritmo a mi poema.
Yo
quiero ver la noche, dejar salpicar el agua, que todo se inunde y desnude con
descarnada violencia.
Han
llegado las preguntas otras. No las del amor, de lo robado, del miedo
arrinconado en las rodillas.
Son
las preguntas de los sueños febriles, el coraje y las poetas muertas.
Se
deshace el delicado velo,
el
luminoso tono azul que cubre la fotografía.
Aparece
sangre en el cielo,
la
violencia que marcó nuestras vidas de latinoamericanas perdidas en el agujero
de la dichosa locura.
Aquí
estoy yo, caminando al filo de la memoria, con todas ellas metidas en la
sangre, con todos ellos mordiéndome la sed. No hay luz, a veces
no hay luz, ni explicaciones que dar ni estados numinosos que alcanzar. Hay
memoria, piel expuesta al sol, privilegios ocultos, borderlands, padres exiliados, madres cansadas,
días y noches de deseo ser esta me amo esta me devoro esta me como las calles
con mis ladridos resplandecientes.
Soñé
que gritaba un poema mientras sangraban las piernas de una mujer sin nombre.